Soliloquios sobre el liderazgo

Liderazgo es una de esas palabras de las cuales no resulta orientativa la definición del diccionario.

Tremendo problema que el conocimiento se base en palabras pobremente definidas. Pero ese es el destino de las palabras. En principio porque su significado es dinámico, y el diccionario es estático. Pero luego porque la definición de la Real academia española (para el caso del castellano), no está hecha por expertos temáticos, sino por expertos en lenguaje, lo que resulta una trampa mortal cuando se trata de términos del “sentido común”.

Así que quien abra un diccionario o consulte la RAE on line, encontrará la siguiente descripción del término “liderazgo”: “condición de líder”. Y encima la referencia al vocablo “líder” no aclara el panorama, sino que lo oscurece:

“-Persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad.

-Persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva.”

Intentando definir “liderazgo” recurro a mis recuerdos de aquellos tiempos en que estudiaba Sociología, y doy con la definición de “Status” y “Rol”, del estructural funcionalismo. Status es la posición de la persona en la estructura social, rol es el comportamiento esperado de quien detenta un status. Con los ecos de Talcott Parsons aún en la mente pienso que el primer error de la RAE es definir al “líder” como un status, cuando en realidad es un rol. La posición que ocupa Fulanito/a puede ser la de General, la de Vicepresidente de la unidad de negocios, la de Presidente del partido político, Gobernador de la Provincia o Campeón de la Liga universitaria, profesional o amateur. Pero de ahí a que la persona sea y actúe como un “líder”…

Indago entonces en la definición de liderazgo con el chip sociológico que aún no abandoné y pienso que Max Weber dividía “poder” de “autoridad”. Lo primero es el acatamiento que se obtiene por el uso de medios coercitivos. Lo segundo es la probabilidad de acatamiento que se obtiene por legitimidad. La legitimidad de la autoridad venía, para Weber, por una de estas tres vías: la carismática, la de experto en el área de conocimiento o la tradicional (por ejemplo la que consagra a los monarcas por vía del parentesco). Pruebo una definición: si Liderazgo equivaliera a “ejercitar el rol de administración de la autoridad” entonces habría tres tipos posibles de líderes asociados a cada una de estas formas de legitimación. Pero falta algo, porque liderar no implica solamente el ejercicio unilateral de enunciar órdenes y el manejo de las probabilidades de acatamiento.

Recuerdo una entrevista televisiva a un actor. Le preguntan si prefiere actuar o dirigir. Dice que lo primero. Sobre todo en teatro. Fundamenta su respuesta explicando que el director de cine se puede parecer más a un jefe que tiene que hacer que otros sigan instrucciones, pero que en el teatro el mejor director es aquel hace que los actores descubran algo que “no sabían que estaba allí” (sic). “El director ayuda en el camino de descubrimiento del personaje, que está a cargo del actor. Si el director piensa que ya descubrió el personaje antes de que el actor lo encarne, tiene un problema, porque lo va a limitar. Dirigir en el teatro es inspirar al actor para que vaya más allá y encuentre la voz del personaje. ¡Es demasiado difícil hacer eso! ¡Prefiero actuar!”

Pruebo de nuevo entonces. Liderar es inspirarse a uno mismo e inspirar a los demás, para lograr hacer cosas que ni uno mismo ni los otros creían que podían hacer. Me gusta. Puede ser un punto de partida interesante para seguir pensando…

Si liderar es inspirarse a uno mismo y/o a los demás, para trascender el propio umbral de capacidades y expectativas entonces habría que empezar por definir qué significa “inspirar”. Ahí sí que quizás me ayude el diccionario. Encuentro como definición: “Infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente afectos, ideas o designios”.  La inspiración parece ser una emoción que se crea en la mente para empujar a la acción, así como la razón le ofrece sus motivos.

Entonces, de lograr identificar mecanismos para la inspiración, estaríamos ayudando a visualizar “tipos de liderazgo” o “herramientas para liderar”…

Acaso la célebre “pirámide de Maslow” pueda ayudar a establecer una guía, cada escalón identificando un mecanismo de inspiración. Los primeros escalones son más básicos, más efímeros y nos enfrentan a situaciones de dominación, donde la supervivencia y la emergencia guían la lógica weberiana y tanto el poder como la autoridad legitimada, pesan fuerte. Pero a medida que subimos en la escala, el liderazgo se transparenta, se vuelve más genuino, más sustentable y nos ofrece lógicas de participación, identidad, autorrealización y finalmente trascendencia.

En la base de la pirámide somos inspirados por el “miedo”, como cuando la pulsión de vida le gana a la muerte en situaciones de supervivencia, y sacamos fuerzas de donde no pensamos que encontraríamos.

Un grado más arriba nos motiva el “odio”, la noción de confrontar con el otro para establecer nuestra propia identidad. La rivalidad consagra la identidad personal en oposición y contraste.

Un paso más y encontramos el escalón del “bienestar”. Nos inspira la recompensa material, el confort y la capacidad de consumo actual o futuro.

En el siguiente estadio aguarda la inspiración por la “auto superación”. Como el deportista que se exige para mejorar sus tiempos y probarse a sí mismo que superar una nueva meta es posible.

El último nivel de altura es la inspiración por “altruismo y trascendencia”. Ya hemos abandonado la necesidad de definirnos a nosotros mismos, sea por “confrontación” (etapa 2) o por “desarrollo de nuestro potencial” (etapa 4). Nuestra inspiración se produce a partir del amor y el compromiso con nuestros pares y con quienes vendrán.

Acaso liderar sea aprender a integrar las emociones del miedo, el odio, el bienestar, la auto superación y el altruismo, para inspirarnos a nosotros mismos y a los demás, según lo que en cada momento necesitamos y necesitan nuestros semejantes. Y también aprender a ser liderado, pues liderar y ser liderado no son sino caras de la misma moneda.